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Caserío de Afur, en el Macizo de Anaga - Tenerife

Afur, Anaga, Tenerife - foto Carlos Antolín Carruesco
(Al final de este post, encontrarás los enlaces de dos rutas de WildCanarias por Afur)

Hasta finales del siglo XX, a Afur, solo se accedía por senderos
Entre montañas y roques, senderos y sabinas se encuentra el caserío de Afur, un enclave de la capital situado en lo más profundo del Macizo de Anaga. En sus 5,35 kilómetros cuadrados de superficie residen unos 120 habitantes, cuyas viviendas están dispersas entre el fondo del valle y las laderas. Este barrio es, sin ninguna duda, un rincón idílico de absoluta tranquilidad, donde se puede respirar el aire puro de las montañas al mismo tiempo que se disfruta de sus amplias vistas del mar.

Afur se encuentra a 35 kilómetros del centro de la capital, entre las cimas de El Frontón y La Cumbrecilla, y está rodeado de la belleza natural de árboles y montes que tiñen el paisaje de distintos tonos de verde. A este pueblo se puede acceder, o bien por el caserío de El Bailadero, junto al pueblo de San Andrés, o por la carretera de Las Mercedes. Ambos trayectos merecen la pena, pues en ellos se puede disfrutar de las hermosas estampas que ofrece la escarpada orografía de Anaga.

Plaza pública - Afur, rinde homenaje a San Pedro Apóstol, en la
plaza del caserío de Afur (Anaga), durante el día grande de las
fiestas patronales
La Plaza de Afur, situada en lo más profundo del valle, es donde se congrega la mayor parte de la actividad del pueblo. Unas pocas casas, un camino de piedras y la Iglesia de San Pedro forman una imagen tan hermosa que es digna de una estampa. Flores, dragos y otras pocas plantas rodean este pequeño espacio que preside el templo parroquial dedicado a su patrón, San Pedro. Este edificio, que se levantó en 1954, apenas puede albergar a medio centenar de personas, pero es uno de los motivos de orgullo de sus residentes.

Si algo distingue a Afur del resto de barrios de la capital, es que se trata de un lugar que mantiene esa identidad de pueblo, con vecinos que se saludan al pasar y con esos resquicios de lo rural que apenas se conservan en algunos puntos de Anaga. Tanto es así que aún mantienen esa tradición de que sea el médico el que se traslade al lugar una vez al mes. Además, se trata de un espacio que ha sido modelado de forma caprichosa por el agua que, desde hace miles de años cae por el cauce de su barranco. Así lo recalca su cartel de bienvenida y así se puede comprobar en cuanto uno pone los pies en el lugar.

La belleza se sus sus senderos son ahora patrimonio de los amantes de la naturaleza,que se acercan a visitarlo, a través de sus exuberantes senderos. En ellos las generaciones anteriores escribieron, con su laborioso tránsito, la historia de estos parajes.

Barranco de Tamadite - foto Carlos Antolín Carruesco
Sus saltos de agua, el de la charca Las Pepas, o el más vistoso, el Salto de Taborno, son otro aspecto a recalcar, pues, ahora, y con la abundancia de agua de las lluvias, apenas tienen que envidiar a cualquier otra cascada natural. 
No obstante, a pesar de su gran belleza y tranquilidad, Afur sigue siendo un rincón desconocido para muchos santacruceros y vecinos de la Isla. Los que sí visitan a menudo este rincón son los senderistas, quienes los fines de semana aprovechan para patear sus escarpados caminos con destino a Taganana, Taborno o incluso la rocosa Playa de Tamadiste. "Todos los senderos de Anaga llegan a Afur".

En el sendero que lleva a Taganana se conserva una cruz que señala el lugar donde antaño los novios y sus invitados o los portadores del cuerpo del difuntose detenían a descansar para continuar con fuerzas el trayecto.

El mayor encanto de esta pequeña aldea son sus casas-cueva, que abundan en Lomo Centeno y El Frontón, así como sus viviendas de una planta elaboradas con piedra seca, (recogida en el mismo barrio), y techos de paja. Algunas de estas construcciones están levantadas sobre las laderas. Si se ven de frente, se asemejan a la decoración de un Belén canario.

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