Del mismo modo que un Rioja no te sabe igual en casa que en una bodega local, con sus telarañas y sus barricas olorosas, hay un montón de cosas de Tenerife que podrían exportarse, pero que en Tenerife saben mejor. Un paseo por la playa entre formaciones de lava, unas papas con mojo, un disfrazarse en Carnaval que sólo aquí tienen el sello de lo auténtico.
1. VER OVNIS
Los cielos nocturnos despejados, tan apropiados para los observatorios de estrellas tienen también su parte de responsabilidad en esto. El momento cumbre de la ufología en Tenerife ocurrió en junio de 1989, cuando un programa de radio consiguió reunir a cerca de 40.000 personas en el Parque Nacional a la espera de un contacto extraterrestre. Por allí pasó todo el mundo de la isla, nativos y forasteros, pero los alienígenas no aparecieron.
2. PISAR OBRAS DE ARTE
Los vecinos de La Orotava llenan el pueblo de alfombras de flores y arena coloreada de las cañadas del Teide y flores en junio, durante la festividad del Corpus (el jueves siguiente al domingo del Corpus en realidad). Las alfombras, que tienen un record Guiness de murales de tierra, ocupan un amplio recorrido por el pueblo, culminan en un tapiz de unos mil metros cuadrados frente al Ayuntamiento y componen cuadros religiosos y formas tan decorativas complejas y realistas que resulta difícil creer que estén hechos de un material efímero y escurridizo como la arena local. Tras la procesión y la misa, los niños se encargan de pisotear el trabajo que los artesanos locales llevan un mes elaborando.
3. VER DRAGONES
Lo que queda de los dragones son los dragos, alimentados por la sangre de Ladón, un inmenso dragón de 100 cabezas asesinado por Atlas en la mitología griega. Era el encargado de custodiar las Hespérides, las islas del paraíso, que se localizaban precisamente aquí. El drago canario, la espectacular especie endémica de savia roja como la sangre de un dragón, puede vivir cientos de años y tiene su representante más antiguo y celebrado en Icod de los Vinos. Los guanches los adoraban y los turistas actuales vienen a hacer lo mismo: lo han convertido en una de las atracciones más fotografiadas de la isla. La situación de los dragos en el centro de las ciudades es otra prueba más de su interpretación sagrada o al menos del aprecio que se les tiene. En La Laguna, por ejemplo, coronan las plazas principales, como la de la Catedral y la del Adelantado.
4. LLEGAR A LO MÁS ALTO
El Teide alcanza los 3.718 metros y en España no puedes subirte a un lugar más alto. Llegar hasta su pico es un paseo entre rocas rodeado de las 168 especies naturales que crecen en los recovecos pétreos (58 de ellas sólo se dan en Canarias). La otra vista del volcán es la que se tiene desde el terreno llano de la isla, aún más imponente, ya que, además suele contar con una corona de nubes. Nubes a tus pies si escalas hasta la cima o nubes como imantadas al Teide si lo miras desde abajo: tú eliges.
5. ARROJARSE AL VOLCÁN
O al menos recorrer su interior. Para ver un volcán por dentro no es necesario ser el plato fuerte de un sacrificio a los dioses ni la protagonista de una canción de Carlos Berlanga. En Icod de los Vinos cuentan con 17 kilómetros visitables y subterráneos de tubo volcánico: La cueva del viento, es el mayor pasadizo volcánico de la Unión Europea y tiene tesoros escondidos en forma de terrazas, simas y caprichosas y panzudas formaciones de lava.
6. CONOCER UN FÉNIX VEGETAL
El pino canario es casi un milagro y la razón de que abunde la vida en el interior canario: es capaz de regenerarse tras un incendio. Ocupa el 60 por ciento de la superficie verde del archipiélago y, aunque es el emblema de La Palma y está en todas las islas (en Fuerteventura y Lanzarote sólo en forma de cultivo), el norte de Tenerife es único para perderse entre sus sombras. La isla posee la mayor parte de las 70.000 hectáreas que puebla esta especie.
7. VER ESCULTURAS QUE NO SON ESCULTURAS
La lava del Teide llena la costa del norte de Tenerife de rocas volcánicas de formas caprichosas, como esculpidas para participar en una exposición al aire libre que ocupara media isla. Hay quien sólo se preocupa de admirar su retorcida belleza natural y hay quien asocia las rocas con sugerencias antropomórficas o con formas de leones y otros animales.
8. USAR EL GUACHAPP
Guachapp es la aplicación para móvil que te ayuda a decidir los guachinches que visitar: los geolocaliza y los valora. Los guachinches son una especie (comercial) también endémica que nació en los patios de los productores de vinos, que vendían las garrafas en su propia casa y ofrecían algo de picar a los catadores, por que no bajaran rodando las inclinadas cuestas de los viñedos. Ha evolucionado hacia restaurantes de carta corta y recetas que tienden a ser tradicionales o, al menos, a usar productos locales. En un guachinche auténtico el ambiente es rural, la comida casera y las vistas largas.
9. VESTIRSE DE MAGO
De todas las formas posibles de vestirse de mago (del atuendo informal a lo Tamariz al puntablanquismo de David Copperfield) la que propone Tenerife es la que requiere saberse menos trucos. En realidad es suficiente con saber beber, comer, bailar y cantar un poco. Se trata del traje tradicional de campesino (y campesina) que se usa durante las fiestas más típicas y más arraigadas de los pueblos tinerfeños. Además de desfilar por las calles subidos en carretas tiradas por bueyes se asiste a los bailes de magos, para algunos de los cuales es imprescindible el atuendo. Lo bueno es que cualquiera dispuesto a alquilarse uno se integra instantáneamente en la fiesta. En junio lo hay en La Orotava, en julio en San Cristobal de La Laguna y Puerto de la Cruz y en agosto en Garachico.
10. NO TENER QUE ELEGIR ENTRE MAR O PISCINA
Las piscinas naturales de Garachico son unos cubículos de paredes casi escultóricas totalmente autogestionadas por la lava (que las dio forma) y el Océano Atlántico (que se encarga de llenarlas y vaciarlas a base de mareas). En los días en que no está muy lleno puedes apropiarte de uno de sus mini embalses sólo para ti. Tienes vistas al Castillo de San Miguel y estás a un paso de Garachico, uno de los pueblos más auténticos de la isla, donde los niños juegan al fútbol en la calle y todo lo demás pasa muy despacito en torno a los jardines y la plaza del Ayuntamiento.
Rafael de Rojas descubrió que lo suyo era el turismo yendo y viniendo del Ayuntamiento para un diario local castellano. La siguiente década la pasó consagrado, a la manera de un cartujo, al periodismo de viajes. En Traveler alterna su guía vital en folletín “Cómo comportarse en los viajes” con crónicas de destinos en los que se ve que siente predilección por las cosas nuevas y brillantes, como las urracas, no lo hace con mala intención.
Enlaces recomendados:
.png){kind=spacer}
.png)
