De entre todos los lugares que son considerados mágicos dentro de la geografía insular del Archipiélago Canario, el Llano de Ucanca, en la Isla de Tenerife, destaca por su enigmática belleza que lo convierte en un paraje único e inolvidable dentro del Parque Nacional de Las Cañadas del Teide. Pero, ¿es solamente un paisaje hermoso o esconde tras de sí un mundo oculto por descubrir?
El Llano de Ucanca es un entorno rico en valores dignos de tener en consideración, como por ejemplo su flora autóctona, fauna y la riqueza geológica que abarca desde los extraordinarios roques monolíticos, a toda clase de lavas volcánicas, estratos, sedimentos y terrenos alterados cromáticamente por acción hidrotermal, a lo largo de la vida geológica de la isla.
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Atardecer en los llanos de Ucanca © Juan R. Rguez. Sosa |
Y es que como ya se ha comentado, aparte de los tesoros naturales y paisajísticos, Ucanca encierra unas particularidades especiales que lo hacen diferente a otros sitios. Su elevada altura sobre el nivel del mar –1.980 metros–, sus tremendos contrastes climatológicos que pueden pasar de un calor intenso a un frío extremo en cuestión de horas, las lluvias casi inexistentes durante los meses de mayo a julio –siendo el resto del año copioso en aguas–, va unido a su silencio especial tan característico, que hasta incluso hace sospechar si acaso fuera “artificial”, promovido quizá desde el propio lugar mágico. Un enclave diferente Muchas son las personas que han acudido a este elevado y solitario desierto al objeto de trabajar sus percepciones extrasensoriales, experimentar estados alterados de conciencia, encuentros con supuestos seres de otras dimensiones y las energías de la naturaleza; o tal vez un trascendente reencuentro con su propia divinidad. De esta manera, podemos enumerar que las experiencias vividas por los que han visitado este enclave mágico, tanto de día como de noche, suelen hablar de luces diversas, ¿ovnis?..., energías del lugar a modo de chispazos de luz, percepciones anómalas, formas etéreas de rasgos humanoides, saltos espacio-temporales, extraños sonidos, inducción prácticamente irresistible al sueño, cambios de temperatura injustificados, disminución de dolores físicos, elevación de la tasa vibratoria, y otras experiencias anómalas. Parece coherente pensar que el lugar otorga a cada cual una experiencia específica.
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Los Llanos de Ucanca © Juan R. Rguez. Sosa |
Evidentemente muchos de los fenómenos expuestos anteriormente pertenecen a la órbita de las experiencias personales, con un cariz marcadamente sutil que hace que éstas pasen casi inadvertidas para el que las está percibiendo, o hasta incluso parezcan normales y a posteriori se descubra que los sucesos vividos, un tanto anómalos, tienen matices extraños. Como suele ser habitual, la obtención de pruebas contundentes de este tipo de hechos es casi “un imposible”, lo que deriva en que también muchas personas no experimenten absolutamente nada; que apenas se percaten de la energía del lugar y que todo les parezca cotidiano, pues no admiten la existencia de nada que esté más allá de lo puramente físico.
En cierta ocasión, un grupo de cuatro investigadores se hallaban disfrutando de un espléndido día en Ucanca y a tres de ellos les dio la sensación de que percibían “trazadas de objetos oscuros en el cielo”, como si fueran proyectiles muy veloces, y siempre por visión periférica. Cada uno de ellos pensó que se trataban de errores triviales en la visión sin mayor importancia, hasta que comentándolo, descubrieron una sincronicidad muy notable. Si esto no se hubiera comentado, nadie se habría percatado de enigmático fenómeno.
Dada la altura a la que se encuentra Ucanca, resulta fácil caer en la idea de que el oxígeno enrarecido puede ser el promotor de sensaciones y hasta visiones poco usuales en el testigo, explicando de algún modo la atracción mística del lugar. Pero claro, también debemos tener en cuenta la opinión expuesta por los médicos que afirman que “si hubiera influencias debidas a la falta de O2, éstas deberían ir acompañadas de otros síntomas como mareos, vómitos, dolores de cabezas…”. Y es que, pese a ser un paraje natural bastante alto respecto al nivel del mar, no es lo suficiente para que se produzca el “mal de altura”.
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Volcán Pico Viejo © Juan R. Rguez. Sosa |
De alguna manera Ucanca marca a las personas que lo visitan, confirmando su carácter especial la cantidad de gente que acude al año a visitar “algo más que un hermoso lugar”. Desde siempre muchos hombres y mujeres han buscado lugares sagrados o simplemente especiales en los que se encuentren reconfortados, y parece ser que así continuará por mucho tiempo, en tanto seamos rigurosos en el respeto al medio ambiente. De manera discreta, grandes personalidades del mundo del ocultismo, esoterismo y de la religión también han acudido a visitar esta zona. ¿Por algo será…? Cada cual debe buscar sus propias respuestas y experiencias personales, sin descartar que el propio hecho de ascender por el largo camino de montaña hasta Ucanca, es de una belleza extraordinaria y sirve como un agradable peregrinar, a lo largo de un horizonte de islas flotando sobre un “mar de nubes”, que sin duda invitan a la reflexión y disfrute de las maravillas del mundo que aún nos quedan por conocer y conservar y que, de manera ineludible nos conduce hasta la morada del dios del infierno guanche, el temido Guayota, es decir, el propio padre Teide que nos vigila desde las alturas.