ISLA DEL CEREAL
Fíjate en los escalones que se dibujan sobre las laderas que tienes frente a ti: aunque se integran de forma armoniosa en el paisaje, son obra de los seres humanos. Los terrenos con mucha pendiente presentan dificultad para su cultivo; sin embargo, en ocasiones, como sucede en La Gomera, son los únicos disponibles.
Los habitantes de la Isla Colombina se vieron obligados a poner en práctica una costosa solución, a fin de incrementar la superficie cultivable: se trata de las terrazas de cultivo o bancales, un ingenioso sistema que se encuentra muy extendido por las zonas montañosas de todo el mundo. Consiste en la construcción de muros de piedra seca, que se levantan con el objetivo de disminuir la pendiente de la ladera y retener, tras ellos, la tierra fértil, posibilitando así el cultivo de lugares que, de otro modo, serían improductivos.
El carácter especialmente abrupto de la isla de La Gomera obligó a sus habitantes a extender esta práctica por la totalidad de la geografía insular. Mientras las zonas con mejores condiciones eran destinadas a producir cultivos para la exportación, como el plátano, el sustento diario dependía de terrazas de cultivo como las que contemplas, donde se sembraba el trigo y la cebada, piedra angular de la alimentación para la población isleña. Hoy, los bancales se han convertido en un signo distintivo de la isla, un elemento clave en el paisaje gomero, que lo embellece y le imprime carácter.
Pero son, también, un elocuente testigo del arduo trabajo y los sacrificios que debió hacer la abnegada población gomera para domar un territorio tan hermoso como hostil.
UNA SEÑA DE IDENTIDAD
Las laderas aterrazadas constituyen una seña de identidad del paisaje gomero. A la izquierda, bancales de cultivo de Valle Gran Rey. A la derecha, bancales abandonados en las proximidades de San Sebastián.


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