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Cuando Canarias pudo ser colonia del Reino Unido

Andonaegui, el vasco que evitó que Canarias fuese una colonia del Reino Unido
Protagonizó una gesta que hubiera tenido consecuencias irreparables para el archipiélago


Los conflictos que España está dirimiendo con el Reino Unido, siempre con el telón de fondo de la ocupación de Gibraltar que quedó bajo aquella soberanía a partir de 1713, hacen aflorar en la memoria isleña el recuerdo de que hace casi tres siglos desde que Canarias, a través de la isla de Gran Canaria, estuvo igualmente a punto de haber quedado, como el Peñón, como territorio británico de ultramar.

José de Andonaegui, el protagonista de aquella gesta, llegó a las Islas el 17 de mayo de 1741 destinado como coronel ingeniero acompañando al comandante general Andrés Bonito de Pignatelli y quedó acuartelado en Tenerife como inspector de milicias, renovando y reformando las Baterías de San Pedro, que iba a servir en lo sucesivo como Cuartel de Ingenieros, y del Rosario, conocida también como la de Nuestra Señora de la Rosa destinada después como Comandancia de Obras de Canarias, construyendo de nueva planta la de Santa Isabel.

Acabadas aquellas fortificaciones tinerfeñas, José de Andonaegui pasó como coronel a la isla de Gran Canaria a finales de 1742, y el 14 de diciembre de aquel año casó en Las Palmas con María Nicolasa de Barreda Yebra y Melo, doncella madrileña hija de Diego Manuel de la Barreda Yebra, en aquel momento consejero del rey y Oidor de la Real Audiencia de Canarias, (de ilustre familia de Santillana) y de María Nicolasa de Arellaga y Melo.

De este matrimonio consta que fueron sus hijos Gertrudis, monja, y Antonio, nacidos en Las Palmas en 1743 y 1744 y José, que vino al mundo en Buenos Aires en 1747, ingresando los hermanos varones en 1759 en el Real Seminario de Nobles de Madrid, según los datos facilitados por el genealogista Miguel Rodríguez Díaz de Quintana.

La estancia del coronel-ingeniero en la capital grancanaria coincidió con la invasión a la isla de una escuadra inglesa de cinco navíos comanda por el almirante Charles Windham, circunstancia que fue motivo para ser nombrado brigadier de los Ejércitos y hacerse cargo de la gobernación de las Armas de la Isla.

La escuadra británica permaneció los días 17, 18 y 19 de junio de 1743 amagando sin descanso en la bahía de las Isletas, aunque sin poder efectuar el desembarco ni practicar hostilidad alguna por la heroica defensa de los isleños y el papel destacado de nuestro protagonista.

José de Andonaegui informó al Rey Felipe V del comportamiento de las tropas milicianas en la defensa de la Isla destacando la conducta del obispo Juan Francisco Guillén, gracias a cuyo patriótico celo se frenó el intento del abordaje de la escuadra enemiga. El Rey por mediación del marqués de La Ensenada, agradeció por carta el gesto del "singular amor a su real servicio", motivo por el que condecoró a varios oficiales y soldados.

Conviene recordar al respecto que durante la enfermedad del comandante general de las Islas Canarias en aquella época, José Masones de Lima y Sotomayor, tercer marqués de Casa Fuerte, el inspector-ingeniero vizcaíno tuvo que asumir interinamente el mando del Archipiélago y en octubre de 1745 (fallecido que ya había sido Masones y llegado el nuevo comandante Luis Mayoni).

Andonaegui fue enviado a Buenos Aires para hacerse cargo de aquella Gobernación y de la Capitanía General de aquel distrito, destacándose allí como uno de sus mayores logros que bajo su administración comenzaron a explorarse las riquezas del país. Al cesar en el cargo en 1756 regresó a España y se estableció con su familia en Madrid en cuya capital falleció el 3 de septiembre de 1761.

El político y militar español nació en Markina (Vizcaya). Después de su paso por las Islas entre 1741 y 1745 fue gobernador de Buenos Aires entre 1745 y 1756, en que destacó con una política de apoyo a la apertura comercial de aquel país, bajo cuya administración se realizaron expediciones a la Patagonia y se iniciaron las explotaciones de sus riquezas.

Antes de su arribada a aquellas tierras americanas protagonizó en nuestra isla una gesta tenida por heroica de la que se han ocupado en tiempos pasados historiadores como Rumeu, Tarquis, Pinto de la Rosa, Cioranescu y el propio Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Canarias al dar cuenta del comportamiento del obispo Guillén en la acción con los ingleses.

Reverdece en la memoria histórica de Canarias el actual conflicto sobre Gibraltar el papel importante que José de Andonaegui protagonizó en las Islas cuando languidecía la primera mitad del siglo XVIII, pues si en La Argentina se le tiene como un personaje de gran relieve, a su paso por Gran Canaria protagonizó unos hechos heroicos en una gesta de la que salió airoso, pues de otra forma las consecuencias hubieran sido irreparables para el archipiélago.

Cuando Canarias pudo ser inglesa
En las intensas relaciones entre las Islas y Gran Bretaña,
algunas fueron bélicas, pero la mayoría pacíficas y económicas; incluso una oferta isleña de anexión a la corona británica.

Es un buen momento para echar una rápida ojeada a la historia de Canarias y descubrir que las Islas pudieron ser inglesas. Aunque tal posibilidad nunca se hizo realidad, lo cierto es que, de algún modo, Gran Bretaña puso una pica en el Archipiélago, por la vía de las relaciones comerciales y de turismo, que desde los años sesenta del siglo XX adquirió ya carácter masivo, pues cuatro millones de sus ciudadanos pasan cada año sus vacaciones en el archipiélago canario. Sus piratas y corsarios se fijaron en Canarias cuando eran lugar de paso del tráfico de riquezas del imperio español en América a Europa. Atacaron diversos puntos de las Islas desde el siglo XVI, intensificados en el XVIII. Nombres como Francis Drake, John Hawkins ,Walter Raleigh, Woodes Rogers, John Jennings o Charles Windon forman parte de esas escaramuzas.


Batalla de La Gesta en 1797

Pero el intento de invasión a gran escala, directamente por la Armada Británica, fue el ocurrido en Santa Cruz de Tenerife, con el ataque de la flota al mando del almirante Horacio Nelson en julio de 1797. Traía el invasor 9 navíos de guerra y 3.700 soldados. Las defensas isleñas se componían de 1.600 hombres, incluyendo milicianos. En una batalla épica, conocida como la Gesta del 25 de Julio, los tinerfeños repelieron la ofensiva, y Nelson, herido, capituló. A su retirada se le puso alfombra de oro, ya que las autoridades de la Isla eran conscientes de que si los británicos hicieran un segundo intento con una flota mayor, una segunda gesta era muy complicada. Por eso aquella cortesía de una cena y un desfile de despedida a los ingleses, algo que incluso no comprendieron algunos lugareños. Lo valiente no quita lo cortés, y Santa Cruz de Tenerife tiene una calle dedicada al almirante inglés, casi una leyenda, al mando de la potencia naval más importante de su época, pero que aquí halló su derrota.

Nelson herido
De este episodio surgió, en el siglo XX, una frase que se ha hecho popular, y que escribió el crítico literario Domingo Pérez Minik, cofundador de la célebre revista vanguardista Gaceta de Arte: “Los dos principales errores de la historia de Canarias fueron no dejar entrar a Nelson y dejar salir a Franco”, el comandante general de las Islas, quien se fue a dar un golpe de Estado, que acabó en guerra civil y en cuarenta años de dictadura.

Fuente: Pedro González Sosa, ABC CANARIAS 20/01/2017 | Vicente Pérez, Diario de Avisos 03/04/2017

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